Tomé un autobús, con un destino importante, dejé el miedo en mi casa, pues el impulso hacia la meta, era mucho más grande que mis miedos, encontré un camino que rebosaba de dicha, amor y experiencias.
La maleta era muy ligera, no necesitaba demasiado equipaje para aventurarme a encontrar una explicación, una voz que me escuchara, y un corazón que latiera en su cuerpo.
Lloré mucho, como si fuese un niño aflijido, pero también lloré de felicidad, y el sol ese día alumbraba más mi rostro, parecía ser una explicación lógica de lo que es la vida, un adiós eterno, sin embargo éfimero en los pasadisos de la memoria.
Era egoísta y sólo pensaba en la eternidad, en lugar de disfrutar una pintura no por su duración, sino por el recuerdo en mi memoria. Quizás conocí mucha gente y cometí muchos errores, a lo mejor y ni siquiera piensan en mí o directamente me odian, pero eso no importa, lo realmente valioso es el recuerdo que tengo de todos ellos, en los momentos que me hicieron sentir lleno mi corazón.
Ojala pudiese tocar la puerta de cada una de sus casas y agradecerles aunque en su etapa actual vivan con hijos, esposo o ya ni siquiera habiten el mundo, ojala pudiese decir lo orgulloso que me siento de quienes son a pesar de que el tiempo haya pasado, y el vinculo conmigo sea nulo.
Tengo el rostro lleno de lágrimas, pero no es de tristeza, esta vez y con total sinceridad, puedo decir que agradezco el tiempo que he vivido, con un recuerdo en las manos y una trompeta en los sueños, he llorado al darme cuenta que estaba viviendo, y lo cotidiano de la vida, me hizo olvidar.
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