Los años pasan, y es cada vez más difícil hacer muchas cosas, pero no importa, si algo me enseño la vida es que los sueños nunca se destruyen, sólo se transforman, hace casi una decáda quería hacer cosas totalmente distintas a las que hoy en día estoy haciendo, pero adapte esos sueños porque quizás eran demasiado pretenciosos, pero sigo viviendo con ellos el día a día.
La vida es como una piel llena de cicatrizes, una autopista que nunca termina, con diferentes escalas, con gente que llevas en el corazón, por más cursi que parezca. En cierta forma la vida es similar al dolor, esta sólo en nuestra cabeza y no se detiene, se aprende a vivir con él. Pero en esa amalgama de ideas y vivencias, aprendemos, hace una decáda pensaba muy erróneamente que quizás lo que hacia en el instante era más importante que el resto de cosas, para mí la universidad era un camino, en el que debías ganar para lograr un título y ser un ganador en esta vida, dejando de lado otras cosas que ahora me doy cuenta que son más importantes, los seres que amo, los que viven conmigo, los que comparten ese pastel de cumpleaños conmigo, hace diez años era Gabo y la Universidad, y la Universidad y Gabo, y viendo el presente actual de muchas personas, me doy cuenta que la vida siempre termina ganandole a todo, porque al final de cuentas esas son tribialidades, y tampoco te garantizan tener un buen puesto, o ganar buen dinero. A veces el dinero y un buen trabajo son dos variables no compatibles.
Feliz 2016, quizás la frase más repetida en este inicio de año. Termino con una canción que me alegra mucho el alma.
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