La guitarra llora, la voz acompaña, el sentimiento se plasma en un ritmo, que eriza la piel de todos aquellos que aman la música, la caprichosa melodía se apodera del salón en donde suena, no importa ya lo que otros hagan, el estrés del diario vivir, o los quehaceres rutinarios, esto es acerca y exclusivamente de la melodía, al diablo con todo lo demás, por eso me gusta el arte... ¿A quién le importa el resto?
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