Comienzo esta entrada con un curioso título, esta semana bromeaba sobre el día en que por fin me olvidaría de la literatura, y comenzaría a escribir sobre autoayuda, desde luego no podría, porque es totalmente contrario a lo que creo, para mí la autoayuda se basa en una guía para elevar la autoestima de quienes son carentes de ella, o aquellos que la vida le ha dado mil golpes y necesitan una voz, a veces no es suficiente con la de Dios, Buda, o cualquier otro ser mitológico que inyecte deseos de volver a vivir.
En mi caso esta semana sentí una paz liberadora, me di cuenta que nací en un hogar en el que juzgar era el pan de cada día, es decir siempre se veían los defectos de los demás, sin reconocer las virtudes de lo ajeno, porque la gente en cierta forma es algo egoísta, incluso a veces cuentas de algún logro a algún conocido o desconocido y notas en su rostro cierta negatividad, a veces lo ven como una competencia de palabras que vienen y van.
Pero esta semana, sentí algo diferente, como si la luz del sol de cada mañana volviese a ser cálida, como si mi alma lograra ganar un poco de paz, todo me parecía perfecto, hasta el dolor del pasado, mis exnovias, mis amigos, la vida, todo lo que ha sucedido tiene un fin, y más bien debo de sentir estima por esas personas, liberando todo pensamiento de odio o envidia, eso no le hace bien a mi cuerpo y de todas formas, nadie puede tener más que nadie, al final aunque nuestro entorno sea diferente, todos vamos al mismo lugar, la muerte, y con el paso de los años nos convertimos en una esponja que es capaz de absorber todo por donde pasa.
Pensaba en ese anciano que se queda pensativo en un parque, posiblemente en su cabeza reine los momentos más bellos, que quizás cuando los vivió simplemente parecía que duraría eternidades, felicidades señor, lo ha logrado, porque precisamente esos recuerdos morirán, el día que a usted lo entierren.
Ahora sólo quiero, escuchar música, me encanta la música tranquila la celta, cerrar mis ojos, disfrutar del momento y pensar, no en todo aquello que no tengo, sino más bien en todo aquello que ya no esta pero que me regalo una pizca de lo que soy ahora y lo más importante, esa felicidad de poder devorarme el momento, de forma lenta para disfrutar poco a poco, como la última cucharada de algún alimento rico, aunque sabemos que es poco se empiezan a dar sorbos pequeños, para que nos dure un poco más la alegría, quizás y como el anciano que antes mencioné, logramos hacer un momento tan épico que nos llevaremos hasta que por fin cerremos los ojos para siempre, como la vida misma, porque yo ni vos somos el centro del mundo, sólo giramos y en ese camino coincidimos con otros.
Como es costumbre dejo alguna canción que me motiva a seguir viviendo:
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