Desde niño, soy fabricante por naturaleza, quizás no de elementos visuales, o al menos no a tan temprana edad, pero siempre fui constructor de historias imaginarias, de personas, de un mundo con dificultades donde también había espacio para los desatendidos, todos ellos eran un grupo de figuras de acción, entre ellos teníamos a James Bond, las tortugas ninja, los cazafantasmas, y hasta figuras de una vieja película de Mario que según los críticos y fanáticos del fontanero es de lo más patético que hay, pero lo más importante era que los mismos tenían dotes artísticos y se enrolaban en un rol más, el que mi hermano y yo creábamos.
Con esos personajes fuimos a la India, a Egipto, a Europa, pero desde luego nos adentramos en otros viajes a mundos más grandes que el nuestro, con seres que perfectamente podrían ser la envidia de muchos efectos que ves en el cine, era nuestra mente representando viajes, batallas, amor , diversión pero sobre todas las cosas los deseos de una unión eterna, tal vez movidos por buenos valores de los que muchas veces carecía nuestra familia.
En las malas y en las buenas, no importaba ya sí era una lluvia de meteoros, o un engaño de sirenas poco altruistas, no era obstáculo para seguir adelante, para darse la mano sin irse, siempre habían motivos para aceptar a un personaje más, pero pocas veces se renunciaba a uno, para cargar sobre hombros a los compañeros de viaje. Nuestro “show” tenía nombre, introducción, miles de capítulos, pero nunca saldría al aire, no obstante nos marcaría más que cualquier serie vista en televisión.
Nos aburría lo cotidiano, lo impuesto, lo poco elaborado, como niños no nos importaba si la figura que estaba en el rol de Policía, tuviese su mano llena de cinta adhesiva, ya que de tantas batallas pasadas era normal que no saliera ileso. También recuerdo un astronauta de plástico, tenía alrededor de 3 o 4 botones y una cara digital al más puro estilo de una calculadora que cambiaba al oprimir los ya mencionados botones, se lo cambié a un amigo llamado Geovanny por 50 carros de metal, que al final se convirtieron sólo en 30, pero mi insistencia por tener aquél sujeto enorme que podía hacer las delicias de nuestra serie, era fichaje fundamental para mí imperio (y no me importaba deshacerme de los carros de metal que tardé una vida en conseguir). No obstante al poco tiempo de comprarlo perdió su capacidad de mostrar su rostro, no sé si por falta de baterías o por defecto de cualquier muñeco chino, pero al final eso no fue impedimento para seguir jugando, claro que para un niño cambiar baterías de reloj es equivalente a querer operar un transformador nuclear, por lo tanto opté por la solución más sencilla romperle la pantalla de su rostro con un martillo para poder colocar la cabeza de otra figura. El resultado era digno del doctor de Frankstein, pero que va a saber uno niño del buen gusto y la calidad, no obstante son épocas en que se tiene mejor calidad humana que en cualquier otro momento de la vida, una vez arreglado mi astronauta, se transformó en soldado y revivió su época, ya que la cabeza pertenecía a un muñeco antiguo que también dio mucha pelea, y claro con este cambio tomó posesión sobre el famoso astronauta.
Me gusta detenerme en el tiempo, y poder divisar esa etapa a lo lejos de mi vida, entiendo que han pasado muchos años desde entonces, pero nada más grande, que sin tener nada, puedas tenerlo todo... sin dinero puedas viajar tanto, y sobretodo que tus amigos de plástico te generen sentimiento al punto de nunca abandonar el pensamiento...
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