lunes, enero 04, 2010

Los mareados

Todo ciclo también se corona, supongo que es nuestra forma de sentirnos un poco más a gusto para contradecir al juez tiempo, que finalmente es quien dicta sentencias, así de irónica es la vida, a veces deseas correr demasiado, pero finalmente luego de la carrera, recordás que hubo un inicio para un fin, y puede sonar totalmente obvio, hasta que empezás a digerirlo, es como cuando tenés tantas ansias por alcanzarlo todo y al final no disfrutás del proceso. A veces yo miro también el camino y procuro disfrutarlo, no hay nada más placentero que verse por la vida lento, lento para sensibilizarse ante todo, desde el viento que roza tu cara, hasta el rico sol que no te quema a veces, sino que te anima, eso es vivir.

Pero a diferencia de hoy, hubo muchos momentos en que la única importancia era hacerlo todo rápido, terminar de estudiar, hacer ejercicio de una manera insostenible, tener un empleo, dinero, poder, y todo aquello que me separara más del hombre con miseria, eran otros tiempos, había un coctel de sueños y una maleta de esperanzas, hoy hay un cuadro que me dice donde estoy, y quien soy, y no hay demasiado misterio, viví otra vida, en esta misma vida, y hoy vivo y toco las cosas, las cosas que nunca toqué pero siempre estuvieron allí, todo eso claro, en su momento, y como si se tratase de una escalera donde cada peldaño es una ilusión, por momentos caí al vacío, reprimido por creer, y con la absurda ideología de que la vida necesita algún tipo de manual escrito, de que la vida se vive, de que hay alguien que te dicta como vivís bien. Así de estúpido me vi expulsado de mi escalera, así es que hoy en día trato de volver a subir.

La realidad claro nos acerca cada vez más a dejar de soñar, pero soñar es lindo, soñar me ha movido hasta donde estoy, claro que, siempre es más pesado, pero también cada peldaño es más sólido. Y también cada recuerdo es más intenso, porque cuanto más te alejás de un momento en el tiempo, más razón hay para darse cuenta que existió, y más aún para dar cabida a añorar, y añorando también vivimos, y sino recordáramos simplemente estaríamos muertos.


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